Chistecitos a mí…

Llega un momento en el que se te acaban los comentarios jocosos. Ya ni siquiera te hace sonreír eso de que “Dios hizo unas cuantas cabezas perfectas y el resto las tapó con pelo” o en el que decides que al próximo que te diga que en lugar de entradas tienes abonos de temporada le vas a hacer mucha pupa.

De acuerdo: está muy bien perder el pelo con gracia y dignidad, dejando las cortinas para las ventanas y las ensaimadas para los desayunos de las vacaciones en Mallorca. Pero es que, tal y como está la vida hoy por hoy, no dar una imagen de señor de veinticinco años, alto y guapo, equivale a vivir al borde del hambre.

Y, claro, un señor de veinticinco años, por norma general (recalco lo de “por norma general”), tiene más pelo en la cabeza que en el pecho. Ocurre que en mi caso confluían dos circunstancias: para empezar, que soy velloso de por mí –cosas de la genética y de mi parentesco, lejano, eso sí, con Manuel Blanco Romasanta-. Y para seguir, que mis cabellos llevaban años batiéndose en retirada.

(Si no sabes quién es Manuel Blanco Romasanta, date una vuelta por Google y lee sobre el “hombre lobo de Allariz”, que la idea de este artículo no es la de contarte mi piloso árbol genealógico).

Calvo, ¿y orgulloso?

En caso es aún más grave teniendo en cuenta que paso de los veinticinco (y de los veintiquince), de modo que crecí y perdí pelo oyendo frases del tipo “Si existiera un remedio por la calvicie, el rey no estría calvo” o aquella otra de “Quédate calvo, pero con dignidad”. Como si pudiera hacer algo más –o eso pensaba-.

Asimismo, he visto como determinadas personas se veían obligadas a sufrir el escarnio de los demás por tratar de disimular su alopecia. Fuera con un peluquín, fuera con un injerto capilar de los tiempos en los que la técnica aún estaba naciendo.

Cumpliendo un sueño

Y era justamente el último de los ejemplos, la burla a quienes se sometían a una intervención cuya técnica no había evolucionado lo suficiente lo que me disuadía de someterme a un microinjerto capilar. Tonto de mí.

El caso es que nunca renuncié del todo a recuperar un pelo que, aunque nunca fue espeso ni abundante, sí que me cubrió la cabeza y, en el tiempo que lo llevé largo, los hombros y parte de la espalda.

La respuesta estaba en la Red

Merced a ese rescoldo de sueño, de anhelo secreto, de cuando en cuando me dejaba caer por páginas web de clínicas capilares, para ver técnicas, evoluciones y, llegado el caso, precios. Fue así como me topé con http://www.drgriffiths.es.

Tal vez por las garantías que la clínica ofrece en todos los sentidos, tal vez por la posibilidad de la consulta online o por la Guía del paciente que se anuncia en la propia página web, el caso es que me decidí a informarme más a fondo sobre la técnica FUE, en la que está especializada esta clínica.

Un importante avance técnico

Y la mencionada técnica cosiste en trasplantar folículo a folículo de las zonas con pelo a otras que se han quedado sin él. Junto con él, se implantan capilares, glándulas sebáceas… La otra alternativa, la que yo mismo conocía y me habían ofrecido cien veces, la FUSS, quedaba superada y descartada.

Y es que con la técnica que se me ofrecía en principio, en la que se extraen los pelos que se van a trasplantar por tiras de piel, es infinitamente más molesta y no nos va a permitir llevar el pelo demasiado corto, puesto que la zona donante ha de suturarse, dejando una feísima cicatriz.

Lucir una cabellera estupenda, cada vez más fácil

Así pues, me decidí a ponerme en contacto con esta clínica, donde me informaron de todo cuanto tenía que hacer, de las ventajas y de los (prácticamente nulos) inconvenientes de la técnica FUE.

Es más, en este centro ofrecen lo que han llamado mini-sesiones, que nos permiten probar la técnica y saber qué se siente con trasplantes de cien a doscientos folículos cada vez. Y no sólo se han pensado estos breves encuentros con el doctor para que sepamos cómo son:

3970527716_02a27614b0_z

Supongamos que no queremos raparnos; que el trasplante se vaya notando de forma gradual o que el proceso pase desapercibido; o que no podemos interrumpir nuestra actividad diaria para someternos a este proceso. Pues en eso han pensado desde este centro capilar.

En mi caso, renuncié a las mini-sesiones (mis motivos, míos son), pero a día de hoy, luzco un cabello espeso, que puedo peinar y moldear a mi gusto y que nadie diría que no es mío (entre otros motivos, porque, efectivamente, es mío). Puede que suene a tópico, pero me he quitado diez años de encima.